Siendo Bolivia uno de los países con mayor índice de trabajo informal a nivel mundial, en la ciudad de Cochabamba, el coronavirus ha dejado en aprietos a este sector del país, poniendo en riesgo su salud y atentando contra la sustentabilidad económica de quienes trabajan en las calles.
Ariana Pérez
Según las palabras de la socióloga Alejandra Ramírez, quien actualmente trabaja en el Centro de Estudios Superiores de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), se calcula que entre el 70% al 80% de la población económicamente activa de Bolivia se ubica en el sector informal. Y se trata de una informalidad caracterizada, en muchos casos, por ser de supervivencia cotidiana; es decir, un día no trabajado hace peligrar a las familias.
Dentro de la variedad de rubros que existen en los sectores informales, hay algunos que corren más riesgo que otros. En el caso de los vendedores ambulantes en la ciudad de Cochabamba, éste es uno de los sectores más vulnerables en términos económicos. De acuerdo con Ramírez, dicho sector está compuesto en su mayoría por mujeres o en algunos casos hombres también, que deben alimentar a sus hijos y que en muchos casos no han tenido acceso a educación. Esto resulta en una exposición constante a los riesgos y extorsiones del entorno, ya que se someten a policías que les sacan comisión, inseguridad ciudadana, atropellos por parte de las personas de su alrededor y una fuerte competencia.
Asimismo, en épocas de pandemia, este sector es uno de los más afectados. El dueño del carrito de helados “Don Leo”, Leonardo Salgado Mejía, lo cuenta con sus propias palabras:
“La pandemia nos afectó mucho, porque en la casa somos 6 niñas, mi esposa y yo; no tenemos sueldo y no tenemos seguro, día que no trabajamos es día que no tenemos el pan para el hogar. Las ventas han disminuido porque los caseritos ya no salen de la casa para cuidarse de la enfermedad”.
Es así que los trabajadores ambulantes están mucho más expuestos al COVID-19, sin tener posibilidades de atención médica, mucho menos medicinas y otro tipo de tratamientos. Dependen de la caridad y buena voluntad de su entorno.
“Yo utilizo dos barbijos para no contagiarme, ydesinfecto todo con alcohol, que también es un gastoaparte, pero tengo que cuidar a los clientes y a mi
familia”, expresó Salgado, quien está haciendo todos los esfuerzos necesarios para mantener a su numerosa familia con las necesidades cubiertas.
Ante esta situación, entendimos que muchos vendedores ambulantes amigos de Salgado, se han visto en la necesidad de buscar nuevos rubros de trabajo, ya que lo que ganan no les alcanza para llevar una vida digna y en muchas ocasiones, tampoco les alcanza para cubrir con sus necesidades básicas.
“Hay días en los que casi no vendo nada de mis helados, y ya no sabemos qué hacer con esta situación; pero hay que seguir luchando porque es mi única posibilidad de trabajo”, afirmó el heladero, con un tono esperanzado.
De este modo, podemos ver que quienes no encuentran oportunidades laborales en otros rubros, deben asumir la situación y, lastimosamente, exponerse al riesgo de contagiarse la enfermedad y contagiar a sus respectivas familias.
Conforme a lo que nos explicó Ramírez, dicho fenómeno es un “círculo vicioso”, porque en el caso de los hijos de estos vendedores, las oportunidades para dedicarse a los estudios disminuyen, ya que desde muy pequeños deben inmiscuirse a la realización de actividades en el sector informal y aportar al ingreso familiar. Sin dejar de lado el hecho de que se trata de un sector que no tiene ningún beneficio social como vacaciones, seguro médico, etc., pero que además, a largo plazo, no están aportando para sus jubilaciones. Es decir, es un sector que vive día a día y sin vislumbrar el futuro, porque no tiene los medios para hacerlo.
“Nunca nos vamos a olvidar de esta pandemia porquees el momento más duro que hemos vivido con mi familia, nos ha dejado un hueco muy grande” , mencionó con mucha angustia Salgado.
Por otra parte, diversos profesionales que forman parte la red de Ciencias del Desarrollo (CIDES) e investigadores que pertenecen al Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), confirman que esta pandemia no solamente ha perjudicado a quienes trabajan en las calles, sino también amenaza con engrosar la informalidad en Bolivia, debido a que muchas personas se han quedado sin trabajos formales y están buscando nuevas maneras de generar ingresos.
“En cuanto al Gobierno no hemos recibido muchaayuda, solo el bono de 500 bolivianos que no abastecelo suficiente. De la alcaldía peor, no hemos tenidoninguna ayuda de ellos, la supuesta canasta familiarnunca llegó”, esas fueron las últimas palabras de Salgado, quien denuncia que los esfuerzos que realizó el Gobierno de la expresidenta Áñez para solventar esta situación fueron mínimos y deplorables.
Ramírez menciona que, si bien el anterior Gobierno, brindó facilidades, pocas, para que las pequeñas y medianas empresas del sector formal sobrevivan y se brindaron bonos magros, para equilibrar los gastos durante la pandemia, no hay políticas serias y estructurales para enfrentar las problemáticas que afrontan los trabajadores ambulantes. De acuerdo con la socióloga, eso también se debe a que se trataba de un Gobierno transitorio que tenía como única tarea llamar a elecciones, pero al que se le complicó el trabajo, por un lado por la pandemia y por otro, por los afanes electorales y la carencia de políticas previas que sostengan a este sector tan vulnerable de la población.