Recreación y recuperación de historiasyleyendas del Chaco boliviano
Adel Yllescas
La tradición oral de historias, mitos y leyendas en Bolivia es basta. Sin embargo, en los últimos años esta se ha ido perdiendo, quedándose solamente en la memoria de nuestros ancianos, y no así transmitido a nuevas generaciones, como los jóvenes que, en muchos casos, desconocen las historias de la región, como es el Chaco boliviano.
El objetivo de este artículo, es poder generar un renacimiento de leyendas propias del Chaco boliviano a través de una nueva recreación, desde la voz de nuestros ancianos para una nueva generación.
Para este objetivo, se tiene como proyecto la utilización de recursos propios de la comunidad para impulsar un mini museo sobre la guerra y grandes descubrimientos del municipio de Macharetí.
Como van pasando los años, cada vez estos rasgos de nuestra cultura se están perdiendo, ya que las personas que los difunden también desaparecen. Es por esta razón que la preservación de nuestra identidad y cultura debería ser una prioridad de alguna división del ministerio de Culturas o en su defecto, deberíamos ser los jóvenes los que actuemos y comencemos a tener algún interés sobre este tema.
Sobre la recuperación e importancia de la preservación de nuestra cultura, la profesora Ivana del Río Palacios, una de las principales impulsoras de esta iniciativa del museo de la memoria del Chaco boliviano y la cultura de Macharetí, me concedió esta entrevista:
Como parte de esta idea y proyecto, recurrí a una persona de la tercera edad para recuperar la siguiente leyenda, ya que ellos son la mayoría que mantienen vivo este arte tan hermoso como son las leyendas regionales.
Leyenda del Guajojo
Todo empezó cuando un padre decidió abandonar a sus hijos en el campo, porque ellos eran de bajos recursos y no podía seguir manteniéndolos , ni él podía seguir trabajando.
Pasaron los días y él fue construyendo una pequeña casa en el campo. Decidió explicarle a su hijo mayor Kako lo que haría y los motivos por los cuales lo haría. Kako con lágrimas en los ojos aceptó aquello que era inevitable.
Esa misma noche su padre fue a dejar a sus hijos en la casa que había construido, dejándole un pequeño cuchillo con el que Kako buscaría alimento para él y su hermana.
Cada día buscaba alimentos, encontrando diferentes tipos de frutas, como moras, algarrobo, mistol, en ocasiones carne, poco a poco fue agotando los alimentos más cercanos.
Una mañana le dijo a su hermana que él se tardaría un poco más, pasó el tiempo y su hermana comenzó a gritar su nombre: “Kako, Kako, dónde estás, Kako, Kako”.
Cuentan que en las noches de invierno en el Chaco boliviano se escuchan estos suaves gritos.