Roxana Maritza Franco Ramos
Es licenciada en Trabajo Social de la Universidad Mayor de San Andrés, fundadora del Movimiento por la Transformación Social. Actualmente, es parte de la organización Visión Juvenil Amistad, Valor y Esfuerzo (AVE)
La sociedad en su integralidad es dinámica, cambiante y a la vez conflictiva y es justamente en esa dinámica multi problemática donde la indiferencia surge como un nuevo fenómeno social que puede afectar los derechos humanos y también ambientales. Si bien la indiferencia es la nulidad de respuesta ante alguna situación, de una u otra forma marca la continuidad de un problema específico. Tal es el caso del calentamiento global y sus consecuencias en la sociedad, entre ellas, las sequias, deshielos, granizadas, tornados, tormentas y exceso de lluvias, entre otros, en los que la principal causa es la acción humana desarrollada en la sociedad capitalista en la que vivimos hoy.
Hay que empezar a comprender que la indiferencia tiene significados y acciones profundas, en particular “La indiferencia no obtiene respuesta. La indiferencia no es una respuesta. Y, por lo tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo” (Velásquez, 2008, págs. 2-3).
Entonces, podría decirse que la operación de la indiferencia ante una problemática promueve la injusticia; por tanto, se deberá promover la justicia desde una perspectiva de acción ante la omisión. No es casual que el desastre de los incendios forestales en la Chiquitania y el Chaco en 2019 y que duraron más de dos meses, ha generado un cambio en nuestro habitat, ya que según el informe de la Fundación Amigos de la Naturaleza: “el resultado trágico es de 5.3 millones de hectáreas quemadas en todo el país de los cuales 3.9 millones corresponden a Santa Cruz y 1.2 millones al Beni” (Sierra, 2020).
Esta situación y varias similares han tenido como respuesta la indiferencia de los gobernadores y tomadores de decisiones. Así, por ejemplo, Miguel Ángel Crespo, director de Productividad Biosfera y Medio Ambiente, PROBIOMA, afirmó que el ex presidente Evo Morales y su gobierno se negaron a declarar el desastre natural aun cuando ya se había perdido un millón de hectáreas (Sierra, 2020).
Por su parte, Pablo Solón, director de la Fundación Solón señaló que la Chiquitania es el bosque seco tropical más extenso y uno de los mejores conservados en el mundo que ocupa 20 millones de hectáreas en Bolivia; sin embargo, “por la retardada acción frente al incendio se ha perdido 5.3 millones de hectáreas que marca una de las perdidas más grandes para Bolivia y el mundo” (Sierra, 2020).
Esta es, sin duda, una de las muchas consecuencias de la indiferencia, apatía y poca importancia que se le ha dado al medio ambiente, tema trascendental para vivir bien. Esta situación no es la única ya que por la omisión de acciones se ha lamentado, hasta el día de hoy, la pérdida de ríos, lagos y espacios verdes, que son el habitat de varias etnias.
Antes de continuar es necesario mencionar que según el informe publicado por World Resources Institute, WRI, Bolivia se ubica en el quinto lugar de países que perdieron mayor cobertura forestal en el mundo durante 2018. Brasil lidera el ranking con 1.347.132 hectáreas, Colombia figura en el cuarto lugar con 176.977 hectáreas perdidas y Bolivia en el quinto con 154.488 hectáreas. Todo lo cual marca graves consecuencias ambientales a corto y mediano plazo (Sierra, 2020).
Es necesario preguntarse, ¿Cuáles son las consecuencias más lamentables causadas por la indiferencia ante el calentamiento global? Para responder a esta pregunta es necesario recordar que el año 2015 se ha suscitado una de las perdidas ambientales más atroces, que es la desaparición del Lago Poopó, el segundo más grande del altiplano boliviano y que hoy en día se encuentra como un desierto con charcos en algunos espacios. La pérdida de este lago ha traído consecuencias políticas, económicas, sociales, culturales y ambientales, si se considera que la destrucción de todo un ecosistema implica la pérdida de centenares de especies de fauna y flora, la desaparición de culturas por el éxodo de las comunidades que subsistían del lago y la falta de acciones efectivas para enfrentar la sequía (BBC News Mundo, 2015).
Esta es una delas varias situaciones por las que la humanidad se lamenta y la lleva a una disyuntiva de hacer algo, cada uno ser parte para evitar más perdidas, de lo contrario nos quedaremos sin ríos, lagos o espacios verdes y, a largo plazo, sin nuestro hábitat.
Es necesario tener en cuenta que si queremos un medio ambiente sano, productivo y fuerte se necesita de cuidados como los que necesita un bebé para crecer saludable. Es decir, o hacemos algo desde los niveles internacionales como nacionales, o nos atenemos a las consecuencias más drásticas del cambio climático en nuestra vida.
Cuando una problemática no interesa a las grandes mayorías, por la falta de demanda, el Estado, instituciones y sociedad civil se desentienden. Es una realidad que el calentamiento global, deforestación e incremento de desechos está siendo visibilizada pero aun tratada con indolencia: “el sujeto que se coloca en posición indiferente frente a otro es porque el sentimiento de responsabilidad ante la humanidad del otro no lo perturba” (Velásquez, 2008, pág. 3).
Un análisis, publicado por el Breakthrough National Center for Climate Restoration, describe la crisis climática como una amenaza existencial a corto y mediano plazo para la civilización humana, y detalla un escenario que podrá ocurrir en los próximos 30 años. (Stien, pág. 16).
Según este informe, si prevalece la indiferencia ante esta emergencia ambiental los “sistemas planetarios y humanos habrán alcanzado un punto de no retorno a mediados de siglo, cuando la perspectiva de una Tierra en gran parte inhabitable conduciría al colapso de las naciones y de la gran mayoría de los seres vivos. (Stien, pág. 17)
Sin embargo, ¿Cuál es el fondo de esta situación entre una problemática que es el calentamiento global y la deforestación, por una parte, y por el otro lado la indiferencia ante este problema socio-ambiental? Una tentativa de hipótesis enmarca lo siguiente: la insuficiente educación influye en los altos niveles de contaminación ambiental. El espacio educativo es un contexto de aprendizaje constante no solo académico sino también de accionar, de moral y valores del estudiante.
La educación en general, y la Educación Ambiental, en particular, debe centrarse en transmitir aquellos conocimientos científicos que permitan construir una imagen real de su entorno para que la gente lo perciba y entienda tal y como realmente es y, por lo tanto, les permita actuar también en consecuencia (Meira, 2013, pág. 32).
No queda duda que los nuevos conocimientos han marcado una nueva realidad, con nuevas exigencias y novedades que han facilitado la vida de las personas, pero a costa de afectar al medio ambiente, ya que “La época tecnológica en la que vivimos marca un incremento en el “crecimiento económico y la globalización han originado evidentes beneficios, pero al mismo tiempo han provocado la aparición de nuevos riesgos” (Vargas, 2005, pág. 117).
Los riesgos establecen una dinámica también de nuevos problemas porque “estos fenómenos climáticos están intrínsecamente relacionados y contribuyen a la alteración del clima. Por ejemplo, el aumento de la temperatura derrite los glaciares y el permafrost al tiempo que aumentan la sequía y los fenómenos meteorológicos extremos” (Stien, pág. 16).
Como seres humanos debemos adaptarnos al cambio, ser reflexivos, críticos y propositivos frente a estas problemáticas pues hoy en día la naturaleza en su conjunto nos pide “auxilio” y ese grito de auxilio no es de hoy, ni de ayer o de hace un año, sino de cientos de años.
Es esencial entender que la indiferencia es un fenómeno social inmerso en las personas, no como un problema social sino como una forma de respuesta a algo que no le da importancia. Sin embargo, naturalizar esta indiferencia perturba de manera negativa cuando afecta a otros/as personas, animales y a la misma naturaleza como espacio de vida de la humanidad.
Tal es el caso de que hoy en día convivimos en un espacio de apatía frente al cambio climático, el calentamiento global, la deforestación, la extinción de varias especies de animales y la pérdida de su hábitat. Según el diario La Razón, en 2019 los incendios forestales consumieron alrededor de 5.3 millones de hectáreas, el 70% de los incendios corresponden a la Chiquitania (Sierra, 2020). Por el otro lado, a nivel mundial según datos de la Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza, aproximadamente 5.200 especies están el peligro de extinción en la actualidad, el 11% de las aves, el 20% de los reptiles, el 34% de los peces y el 25% de los anfibios y mamíferos, siendo las principales causas de esta situación la fragmentación de su habitad, el cambio climático, la caza y tráfico ilegal. (Medici , 2020).
En el fondo está la indiferencia humana ante estos problemas ambientales y sus efectos colaterales en la misma humanidad, es momento de reflexionar de tener un poco más de interés sobre este tema desde la posición y el lugar de cada persona, como madre, padre, hermano, tío, abuelo, profesor o amigo.
BIBLIOGRAFÍA
BBC News Mundo (2015). ¿Cómo se secó el Poopó, el segundo lago más grande de Bolivia? BBC News Mundo, 23 de diciembre. Obtenido de: https://tinyurl.com/y6o3f7dw (acceso 1571/21).
Meira Cartea, Pablo Ángel (2013). Problemas ambientales globales y educación ambiental: Una aproximación desde las representaciones sociales del cambio climático. Revista Integra Educativa, 6(3): 29-64.
Sierra Praeli, Yvette. 2020. Bolivia: polémica por políticas ambientales y más de cinco millones de hectáreas arrasadas. Mongabay, 8 de enero. Obtenido de: https://tinyurl.com/y27rvr24 (acceso 1571/21).
Medici, Abel de (2020). Animales en peligro de extinción, una lista que crece cada año. National Geographic España, 21 de febrero. Obtenido de https://tinyurl.com/w588rhd (acceso 1571/21).
Stien, G. (s.f.). Enfrentando la crisis climatica desde Bolivia retos, obstaculos y oportunidades. La Paz: Plataforma Boliviana frente al cambio climático.
Vargas, F. (2005). La contaminación ambiental como factor determinante de la Salud. Revista Española de Salud Pública, (79)2: 117-127.
Velásquez, J. F. (2008). La indiferencia como síntoma social. Virtualia. Obtenido de: https://tinyurl.com/yy5xwhfu (acceso 1571/21).